El gigante se retira: La salida de Shell deja al proyecto de LNG de YPF sin su ancla comercial más crítica
El sueño de Vaca Muerta perdió a sus dos "supermajors" y queda en manos de la "boutique", la italiana ENI. Aunque ADNOC tiene espaldas para jugar fuerte en en el proyecto.
La confirmación de que Shell abandona el megaproyecto Argentina LNG, liderado por la petrolera bajo control estatal YPF, es mucho más que un reajuste de socios: es una señal de alarma para la viabilidad financiera de una de las mayores ambiciones energéticas del hemisferio sur. A un año de la salida de la malaya Petronas, la partida de la angloholandesa —el actor privado más dominante del mercado global de gas— abre interrogantes sobre la estrategia argentina para convertir su riqueza geológica en dólares de exportación.
“Shell ha decidido no avanzar con la fase inicial del proyecto de GNL de Argentina. Inicialmente, Shell solo participó en la fase pre-FEED. Seguimos considerando a Argentina como un mercado de crecimiento potencialmente atractivo para la exportación de GNL. Por lo tanto, Shell continúa explorando opciones de expansión con YPF para el GNL de Argentina”, aseguró la petrolera a través de un comunicado.
Para entender la magnitud del agujero que deja Shell, no basta con mirar el comunicado difundido a la prensa sobre “dinámicas del proyecto”; hay que mirar los números que gobiernan el comercio mundial de energía.
El peso del “titán” vs. la agilidad de la “boutique”
La salida de Shell no es intercambiable por la permanencia de ENI. Aunque la petrolera italiana, liderada por Claudio Descalzi, ha demostrado una sintonía política y técnica envidiable con la administración de YPF y el gobierno de Javier Milei, en el brutal mercado del GNL, el tamaño importa.
Con una cartera que gestiona entre 65 y 70 millones de toneladas anuales (Mtpa) de GNL, Shell no es solo un productor; es el market maker por excelencia. Su capacidad para financiar proyectos, asegurar flotas y colocar moléculas de gas en cualquier puerto de Asia o Europa es inigualable. Perder a Shell significa perder la garantía de “bankability” (financiabilidad) que exigen los bancos internacionales para prestar los 30.000 o 50.000 millones de dólares que requiere un proyecto de esta escala.

Por el contrario, la italiana ENI juega en otra liga. Es una “boutique” de alta eficiencia tecnológica. Su liderazgo en soluciones flotantes (FLNG) —demostrado en Mozambique y Congo— es ideal para la Fase 1 del proyecto argentino, que requiere velocidad.
Sin embargo, su volumen global de GNL ronda los 10-12 Mtpa, una fracción de lo que mueve Shell (apenas un 15-20% del volumen del gigante angloholandés). ENI puede aportar la tecnología para sacar el gas, pero carece del músculo comercial masivo de Shell para garantizar la colocación de 30 Mtpa en el largo plazo sin riesgos financieros elevados.
Un matrimonio de tres que terminó en divorcio
La cultura corporativa de Shell es metódica, lenta y aversa al riesgo político. La de ENI, bajo Descalzi, es pragmática y rápida, características que enamoraron al CEO de YPF, Horacio Marín. La presión pública ejercida por YPF en foros públicos sobre la velocidad del proyectos pudo haber sido un error de cálculo con una supermajor.
El proyecto Argentina LNG aspiraba a competir con los gigantes: Catar (con su expansión a 126 Mtpa) y Estados Unidos (casi 100 Mtpa). Para entrar en ese club, se necesitan socios con espaldas de acero.
La salida consecutiva de Petronas (32 Mtpa de capacidad global) y ahora Shell deja al proyecto sin sus dos anclas originales. YPF queda ahora aliada a una ENI tecnológicamente capaz pero financieramente más pequeña, y a la caza de nuevos socios como XRG, el brazo internacional de inversiones energéticas de ADNOC —la petrolera estatal de Abu Dabi— que ta firmó un acuerdo marco con las petroleras argentina e italiana para cerrar los términos finales de la asociación, con la expectativa de iniciar el proceso de financiamiento en enero de 2026.
ADNOC es hoy el capitalista emergente del gas mundial. No tiene la red comercial de Shell, pero tiene el dinero y la ambición política para llenar los vacíos que las empresas privadas occidentales están dejando libres. Como empresa estatal, tiene más tolerancia al “riesgo argentino” que una empresa pública occidental como Shell, que debe reportar ganancias trimestrales a sus accionistas. ¿Impondrán los nuevos socios condiciones más duras tras la salida de la angloholandesa?
El riesgo inminente no es que el proyecto muera, sino que se encoja en escala. Vaca Muerta tiene el gas, pero hoy, el puente de oro para llevar ese gas al mundo perdió su pilar más robusto.









